martes, 29 de marzo de 2016
lunes, 28 de marzo de 2016
PREGON DEL CARGADOR DE LA ISLA A SU SEMANA SANTA. MANUEL SANCHEZ CASAS
PREGÓN DEL CARGADOR
A LA SEMANA SANTA 2016
JÓVENES CARGADORES COFRADES (JCC)
Sábado de Pasión, 19 de Marzo de 2016
Manuel Jesús Sánchez Casas
PREGÓN DEL CARGADOR A LA SEMANA SANTA 2016
Con vuestra venia, Señora
Alcaldesa de estos lares.
Salve, estrella de los Mares,
Del navegante, la aurora.
Virgen del Carmen, bendita,
Mi más excelsa Patrona,
Que seas Tú la Capitana
Y a mi Pregón le des forma.
Porque he venido a cantarle
Al laurel de tu corona.
Porque he venido a contarle,
A esta Isla cargadora,
Que Dios se muere en mi Pueblo
Y hasta los esteros lloran,
Cuando en el palio se mece
Nuestra Madre Dolorosa.
Que he venido a pregonarte
Nuestra fiesta más barroca,
Porque, aunque Cristo se muera,
Es Victoria y no es derrota,
En la Semana más Santa
Que inunda nuestra memoria
De los sentimientos niños
Que en mi garganta hoy afloran,
Buscando, como quien busca,
Una Luz entre las sombras.
Para eso he venido hoy aquí,
Que lo sepas de mi boca,
Que mañana empieza el lío
Y se nos mueren las horas,
Que viviremos a tope,
Glorificando la historia;
Desde la Salle hasta el Parque,
Santifiquemos la Gloria;
Desde el Carmen a la Ardila,
O del Cristo a la Pastora;
De la Bazán a la Mayor
O en Casería redentora;
Franciscanamente santa,
Es castrense, sin más tropa
Que la que sale a la calle,
Tan penitente y anónima,
Que se reviste una túnica
O una almohada de borra,
Que le canta una saeta,
Que es como un canto de alondra,
Y le tocan una marcha,
Clandestinamente sorda.
Por eso, mi Capitana,
Mi alcaldesa, mi Señora;
Si le concedes la venia
A este hijo que te adora:
Te diré que ya comienza
Que ya es llegada mi hora.
Que, si la Cabeza quiere,
Dispuesta estará la Cola;
En la primera levantá
De este Pregón que presiona
Con tres golpes de campana
De un llamador que atesora
Los mecíos y los quietos
(Nuestras más preciadas joyas).
Por eso, con vuestra venia,
Carmela de mis auroras,
Ya lo ha dicho el Capataz
Ya el mayordomo lo añora,
Todo ya está preparado,
Que, CUANDO TÚ QUIERAS, ¡TOCA!
Dedicado a los cofrades isleños y a todos los que han pertenecido a nuestra Asociación y que ya forman parte de la cuadrilla celestial.
Se dice que es de bien nacido ser agradecido, y por ello, debo comenzar agradeciendo a mi presentador, mi primo Alberto Salas “el Zaragoza”, sus palabras que, no sólo han ido más allá de mis cortos méritos sino que, como habrán imaginado, han sido sobre todo resultado del afecto y de la gran estima que mi pariente y quien les habla nos tenemos. Un aprecio y un cariño que, en mi caso, hacia él, se transforman en orgullo y admiración, dado que Alberto es probablemente la persona que mejor conoce la historia y las historias de la carga en nuestra tierra, y honra, con su pertenencia, nuestra Asociación. Gracias, Alberto, por tu presentación y gracias, Zaragoza, por todo lo que le has aportado y aportas a reconocer las señas de identidad de tu Pueblo. Deseo recordar, en el comienzo de esta alocución, a su hermano Antonio Salas, a quien tanto queríamos; tan buena persona, tan desprendido y tan amante de nuestras cosas; y que tan pronto nos ha dejado.
Quisiera igualmente agradecer a mi Asociación Jóvenes Cargadores Cofrades (JCC), y más concretamente a su Junta Rectora, la responsabilidad depositada en mí como Pregonero de este año. Gracias de corazón y, ante todo, confío en no defraudaros.
Asimismo, gracias a Rafael Guirado (Guiri), por su apoyo y constante aportación de datos.
Gracias, de igual modo, a Alicia Lavirgen Cotariella; Rafa Guirado Romero; Begoña Fernández Cruz y Ángel Albalate Ruiz, por su intervención en este acto.
Gracias también a Jesús González Brocal, de Banian, por su inestimable colaboración.
Gracias, como no, a nuestros próceres representantes municipales por no ceder nuestro Real Teatro de las Cortes. Con ello, han logrado que los cargadores estemos en el sitio que nos corresponde, de una manera más anónima y humilde, y no nos fuéramos a creer gente importante.
Y gracias, por supuesto, a todos ustedes, los asistentes, por su presencia.
MAÑANA COMIENZA Y TERMINA TODO
El lema de este Pregón: cuando el Cargador se hace Pregonero o el Pregonero, Cargador, será la excusa para ponerme hoy delante de este atril, con los únicos méritos de ser un ferviente enamorado de mi Tierra, un candidato a cristiano, un aprendiz de cofrade y un apasionado de nuestras Hermandades y Cofradías. Ruego a todos sepan perdonar la osadía de aceptar mi designación, con el solo pretexto de intentar transmitirles algo de nuestras más hondas tradiciones y expresarles, con mi torpe palabra, la grandeza de nuestra Semana Mayor, bajo la óptica de la carga.
Como saben, estamos en el Año de la Misericordia. Y no quisiera olvidar esta circunstancia al principio de este Pregón. Los cristianos no debemos dejar cerrada la puerta de la Misericordia que todo un Dios lleno de amor nos está abriendo de par en par. Unámonos en este misterio. Dispongámonos para entrar por esa puerta santa que ha abierto nuestro Papa Francisco, olvidando los miedos, los rencores y las dudas que nos lo imposibilitan.
Ya mañana comienza de nuevo todo. Mañana empieza y acaba todo.
Y nos veremos en las calles con la emoción a flor de piel en los ojos; el verbo quebrado; y perturbados, benditamente perturbados, ante la Semana más dramática y más trascendente para el cristiano y la más importante, no nos quepa la menor duda, para nuestra Real Isla de León.
Porque en muy poquitas horas veremos en la calle la primera Cruz de Guía, y ése sí que es el mejor Pregón que nos anuncia que todo comienza y concluye de nuevo, un año más, una primavera más.
Esa fiesta total y única; locuaz y mágica; perfecta y frenética; cruel y auténtica.
Mañana se inicia y termina todo. Porque mañana es Domingo de Ramos.
Y nos iremos a las calles, a buscar a Cristo o a María y encontrarlos en cualquier esquina de nuestro corazón o aquel callejón de nuestra memoria. Las calles de la Isla cambiarán por unos días. Descubriremos rincones y estampas de las que no nos habíamos percatado el resto del año.
Ya mañana por las calles
Veremos a un Dios sufriente
Porque estos días en La Isla
Va a morir un inocente.
Y es que mañana… Mañana comienza y acaba todo. Mañana es Semana Santa en mi Pueblo.
Es la Semana Santa isleña,
Llena de tantos recuerdos,
De emociones compartidas
Por tantos cofrades buenos.
La que aprendimos de niños,
Cuando éramos pequeños,
En brazos de nuestros padres,
En sentimientos primeros.
Desde el Domingo de Ramos
Y en palios que van al cielo,
Transida ya de dolor,
Va María sin consuelo.
Las Vírgenes y los Cristos
Aunque sean como del pueblo,
Tienen rostros tan divinos,
Que en todos hay un requiebro.
Con las Penas de la Ardila,
Y que con la Estrella veo,
Viniendo desde la Salle,
Y, en Tomás del Valle espero,
Al igual que, allá en el Parque,
Va el Maestro prisionero,
Que, andando hacia Capuchinas,
Va el Señor del Prendimiento.
Con la Gracia de María,
En el Huerto son pioneros
En declarar que la Gracia
Es la Esperanza del Huerto;
Y allá por la Casería,
Donde, cualquier tarde, vemos
La mejor atardecida,
Reina de Paz le pusieron.
Y en la Capilla del Cristo,
En la Vera Cruz del Verbo
Se nos muere Jesucristo
Nada más salir del Templo.
Mayor Dolor no cabía,
Lo sabe to el Universo,
Tal que traspasó a su Madre,
Viendo su Hijo muriendo.
La Piedad de la Pastora
Alimentando el recuerdo;
Esperanza en San Francisco,
Los murmullos del lamento,
Los que todo el día hablan,
Van rezumando Silencios,
Y, llegando a la Alameda,
Dicen que se enmudecieron.
Y es que al hablar de Jesús,
O de María sufriendo,
Toda la Isla se entrega,
Y todos sus elementos,
Cogen guitarras flamencas,
Y se hacen fandangueros,
Para la Virgen augusta,
A la Reina de los cielos,
Cada una con su nombre,
En Dolorosos misterios,
Con la Virgen del Rosario,
De ese Parque rosariero.
Mayor Dolor en Soledad,
Esa que está en el convento
De la Carmen capitana
Y que acompaña al Entierro.
Y, si no tengo Salud,
En la Pastora es aliento,
Y en un saludable Cristo
Que en el Carmen es recuerdo.
Y en Almirante Cervera,
Con Lágrimas que dan miedo,
Va de recogida un Palio,
Surco de los sentimientos,
Y, en su marmórea Columna,
Dios mira su firmamento.
Con naranjos y azahares,
La Expiración es Silencio
-Silencio de luna blanca,
Jueves de Silencio Negro-.
Cómo sangra nuestra Sangre
Crucificado y perfecto.
Desamparo en San José,
Y en la Sanidad, su gremio.
Mientras suspira otra Madre
Desde el parque Laulhé al centro,
Y ese Buen Fin con María
Hace al Prendi más parqueño.
Qué buena tu Buena Muerte
Contigo se para el tiempo,
Va desde la Iglesia Mayor,
A las ánimas, que son muertos.
Y con el Señor Cautivo,
Rescatado y ya devuelto,
Con esa Trinitaria Madre
Que es bálsamo de los presos.
Trinidad, Medinaceli,
¡¡¡Al cielo vamos con Ellos!!!
Al igual que Soledad,
Bilaureando el Cortejo,
Y Cristo en su Redención,
Redención y Sacramento.
Penas, Angustias, Rosario,
Caridad y Amor sinceros,
Vírgenes de nuestra Isla
Vivas hojas de un Salterio,
Azucenas florecidas,
Devenir de amor completo.
Humildad en su Paciencia,
Dolores como un obsequio,
Madre amable de Servitas
En un San Fernando eterno.
Mirad en la Borriquita
Al que llaman Nazareno,
Que luego estará prendido,
En su triste Prendimiento,
Con nuestras cruces a cuestas,
Con mi pecado en su pecho,
Veo la luz de su Victoria,
Pese a su cuerpo desecho,
Pese a la Cruz y al castigo,
Los látigos y tormentos,
Presentado ante la Isla,
Desnudo de todo y, en eso,
Aguardando como siempre
Ser Ecce-Homo ante el Pueblo;
Y Perdona en Casería,
Echándole horas al tiempo.
Cargado con la Cruz va,
En cinco amargos misterios,
Caminando por las calles,
Cinco Cristos tan isleños,
Que, en su tercera caída,
Me angustia su desconsuelo,
Y en Misericordia se apiada
- parece pesara menos-
La Cruz, cual yugo de gracia,
Con apoyos cirineos.
Y Jesús de los Afligidos,
En sacramentado encuentro,
Consolando a la Amargura
En un abrazo perfecto.
Siglos y siglos de espera,
De ese Cristo verdadero,
Encuentro de Madrugada
Al Divino Nazareno.
Y, en la Sagrada Familia,
Gran Poder, desde tan lejos,
Con corazones valientes,
Con razón y entendimiento,
Que se promete en Bazán,
Un Amor en amores preso.
Cristo es el Rey en la Salle,
Y en la Oración en el Huerto;
Navegando en calle Ancha,
O en Salvación y el Entierro,
Muerto, en el Carmen yacente;
Siendo Cristo el hombre nuevo,
Buscando al redivivo Cristo
Resucitado del Cielo,
En la culminación del drama,
Que hace en la piedra hueco,
Porque en San José Artesano
Se culmina el gran Misterio.
Porque La Isla nos muestra
Su más Sagrado Evangelio,
Lo que no dicen los libros,
En Fuente de sentimientos.
De emociones compartidas
Que sirven de buen ejemplo
Cuando las cosas se hacen,
Con mimo y con mil desvelos.
Y así La Isla engrandece
Su gracia y hasta sus vientos.
Y sube al Monte Calvario
Y todo empieza de nuevo,
Y transforma en Tierra Santa
Los caños y los esteros.
Pues La Isla está de gala,
Porque se sabe aparejo,
En la Semana más grande,
Santificando el esfuerzo,
De los hombres y mujeres
Que le dan fuerza a un te quiero.
SI,
TE QUIERO.
Te quiero porque eres santa
Cofradía de mis sueños.
Te quiero porque no sabes,
Mi vida, cuánto te quiero.
Te quiero porque es mi vida
De Afligidos por entero,
De Amargura sacrosanta,
De esta Isla del Carmelo,
De un Lunes Santo divino,
ENVUELTO EN OLOR A INCIENSO.
TUVE EL HONOR DE LLEVARLOS POR LA ISLA
Porque llevar sobre nuestros hombros las imágenes de la Pasión por las calles de nuestro Pueblo, simplemente por afición, no es sensato; ya que podríamos convertir nuestra maravillosa y única Semana Santa en algo distinto, muy distinto. Estoy plenamente convencido que, quienes piensan que lo nuestro es pura afición, no han visto a tíos como trinquetes llorando bajo un paso de Cristo o un Palio, o no han sentido los nervios (algunas veces bien disimulados) de los momentos previos a la Salida o no han escuchado treinta corazones latiendo como uno sólo en cada “levantá”.
Yo me hice cargador porque sentía admiración de aquellos señores que, desde pequeño, había visto entrar y salir de los pasos y que tanta emoción transmitían a nuestros Cristos y Vírgenes con su andar característico.
Cuando era chico ya conocía las voces de mando que se daban, como instrucciones precisas y preciosas, en el momento de las “levantás” de los pasos: “Cola, ¿estamos?...Cuando quieras, ¡Toca!”. Y albergaba la ilusión que algún día pudiera ser yo mismo uno de ellos.
Esa ilusión empezó a tomar forma cuando unos cuantos amigos de quince años, vinculados por una institución tan carmelitana y tan isleña como el Liceo, comenzamos a reunirnos para intentar convencer al Hermano Mayor del Carmen a que nos dejara hacer los traslados del Paso de nuestra Patrona; cosa que conseguimos. Por entonces, nuestra JCC acababa de fundarse y, creo que con buen criterio, nos fuimos inscribiendo como pre-numerarios.
Éramos el aluvión de chavales que se incorporó en los primeros ochenta en nuestra Asociación y que algunos han venido en denominar como la Generación Perdida. Casi todos procedíamos de las Juntas Auxiliares (hoy grupos jóvenes), e íbamos a todos los traslados, como pidiendo una oportunidad, para que el capataz de turno nos permitiera hacer la “maera”. Teníamos grandes ilusiones y unas ganas inmensas de aprender de quienes considerábamos nuestros mayores, aunque la mayoría de ellos tuvieran, tan solo, cinco o seis años más que nosotros.
He pasado unas cuantas horas debajo de los pasos. Probablemente no tantas como otros. He cargado el peso que en cada momento me ha tocado. Probablemente no tanto como otros. He sufrido y disfrutado cada minuto el privilegio de portar tanto a Nuestro Señor como a su Santísima Madre, en sus muchas advocaciones. Probablemente lo mismo o más que otros. He pensado y repensado mil y una veces qué puñetas hacía ahí abajo. Probablemente como tantos otros. Y debo decir que me queda la satisfacción de haber cortado estas cuerdas bajo el palio de Nuestra Señora de la Esperanza, a los sones de “La muerte no es el final”, y hombro con hombro junto a mi hijo Manuel, la pasada Semana Santa.
Tuve la inmensa fortuna de amarrar bajo el paso de mi Hermandad de los Estudiantes en la épica tarde de nuestra Procesión Magna en 2010. Y mi gran asignatura pendiente debajo de los pasos ha sido no poder portar al Auténtico Dios hecho Hombre, el Santísimo Sacramento, en la Custodia del Corpus Christi. Y gracias a Dios y a nuestra Asociación he ido debajo de algunos de nuestros Cristos y Vírgenes.
Desde el barrio de la Ardila,
Los amarres de mis cuerdas,
Fueron a parar unos años
Hasta el Palio de las Penas.
Alegría, de un gran barrio,
Que todo un año la espera
Y en el Domingo de Ramos
Se viste de primavera.
Y en la Divina Pastora,
No un Getsemaní cualquiera,
Orando en el Huerto amarré,
Casi a tientas, casi a ciegas.
Que se ensanche calle Ancha,
Que siendo Maestro Portela,
Bajando el Huerto no caben
Los piropos de esta tierra.
También me fui a San Francisco:
Caridad cartagenera,
Amarrándome los machos,
Subiendo calle Comedias.
Que todo un barrio, ese Martes,
Se está agolpando a tu vera,
Para ver como refulge
Tu carita de azucena.
Desde el Manchón de las Anclas,
Una hermandad bazanera,
Con el Gran Poder de Dios,
En los primeros ochenta.
No sé si recordaréis:
Dos cuadrillas bien dispuestas
Repartían el recorrido,
A la ida y a la vuelta.
Y en Él, que todo lo puede,
En su Amor, que es sin fronteras,
Amarré también mi almohada
Dejando sentir sus huellas.
De ese Amor de mis amores
Quedó mi alma tan presa
Que, en la primera cuadrilla
De tu palio de quimeras,
Ya amarré siempre mi vida
A tu Amor y tus duquelas.
Las noches del Jueves Santo
De las noches, la más negra
Esperanzadamente tuyo,
Esperanza del que espera,
Retiradas del amarre,
Fueron cortadas mis cuerdas,
Evitando tentaciones
Que me ronden la cabeza.
A la Soledad del Viernes,
Con su carita de cera,
Mi almohada también amarró
En sagrada penitencia.
Santificando las horas
De profundos duermevelas,
Minuteros de segundos,
Soledad de luto y pena,
La Santa Virgen María
Que toda la Isla venera.
Redención en su Traslado,
Horizontalmente ausencia,
Presencia muerta del Verbo,
En tu carne, fría y muerta.
Allí amarré mis nostalgias,
Manifestando de veras
Que, si hoy te llevo muerto,
La Resurrección se acerca,
Porque, en tres días tan solo,
La vida llama a tus puertas.
Y en el convento del Carmen
Y, con tanta gente buena,
Nuestro Señor en su Urna,
Y yo abajo en penitencia,
Cumpliendo el sagrado rito
De enterrarlo bajo tierra,
Amarrando los sentidos
De mis más negras promesas.
Se convirtieron los Viernes
En parte de mi existencia,
Culminando así el deber,
Tantos Viernes de tinieblas,
De dar sepultura a Dios
Hasta ver rodar la piedra.
Mayor Dolor en Soledad,
Que ve como a Su Hijo entierran,
Me acogió bajo su Palio,
Y, desde entonces, fui de Ella.
Y en un pasmo de Aleluya,
Pascua florida perpetua,
Con corazones valientes
Que el Parque solisombrean.
Porque llevando a Jesús
Y a su Madre en sus tristezas,
He sufrido como todos,
Padecí como cualquiera,
Disfruté siendo sus pies
Y he sentido las maderas.
Lloré como un niño chico
Cuando me faltó la fuerza,
Y he vivido intensamente
La alegría de recogerla
Cuando casi nadie creyó
Poder llegar a la Iglesia.
Por todo lo que os he contado
Y lo que contar no debiera,
Hoy ya puedo descansar,
Mi ilusión ya está cubierta:
Tuve el honor de llevarlos,
Pasearlos por mi tierra,
Siendo humilde Cirineo
En ésta, su nueva Judea.
Levantadme las caídas,
Ya no importa que me vean,
Pues yo fui su cargador,
Viviendo de esa manera,
Sintiendo de corazón
MI SEMANA SANTA ISLEÑA
Tras las caídas de un Paso hay esfuerzo, trabajo, sudor, rudeza y dureza. Pero sobre todo encontrarás solidaridad, compañerismo, fe, devoción, camaradería, muchas lágrimas (de sufrimiento y de emoción) y alguna carcajada que otra.
Hubo entre nosotros uno que no solo reía, sino que también hacía reír.
El último paso que amarró Julio Fernández fue el Misterio del Cristo de la Redención, de la Hermandad de la Soledad.
Me imagino, tal como hiciera el Padre Cué, a esos cargadores, hermanos nuestros, a su llegada al cielo, tratando de explicarle a San Pedro qué es eso de ser
cargador. Quisiera recordar desde estas torpes palabras a todos aquellos que ya no están con nosotros. Y lo haré personificándolos en nuestro entrañable Julio.
Y llegó Julito al Cielo. Y allí se encontró con una Señora muy guapa que le preguntó sonriente quien era. A lo que él contestó con otra pregunta: Yo, Julio, y ¿Quién eres Tú?
-Pues soy una humilde nazarena a la que algunos llaman María y otros la Madre de Dios. Porque yo tenía un Hijo, al que tú conoces bien, que se llamaba Jesús.
-Aro que jííí!!! Yo a Tu Hijo lo conozco. Lo he paseado por la Isla. Porque yo cargaba, ¿sabes? Y ahora que caigo, ¿no serás Tú la Virgen del Carmen?
Un profundo silencio se hizo cuando Ella abrazó a Julio. Y con su hábito carmelitano le secó las gotas de sudor en su frente. Julio, con su característico andar, cansino y desgarbado, fue entrando en el Cielo.
Donde más veces he coincidido con nuestro hermano Julio fue en el Cristo del Santo Entierro. La Hermandad decidió prescindir de nuestros servicios la pasada Semana Santa, pero para nosotros, los que tantos años hemos amarrado en sus palos, seguirá siendo la Perla Negra.
Era nuestra Perla Negra,
Y arriba, en su relicario,
Como en un azucarero,
Jesús en su catafalco.
Y aunque piratas no éramos,
Los que íbamos debajo,
Nuestra patente de corsos
Lucíamos como corsarios.
Pues fuimos sepultureros,
Que santamente enterramos
A Quien es Hijo de Dios
Unos cuantos Viernes Santos.
Y en esa tripulación
En dónde nos enrolamos
Entendimos la vocación
De sufrir bajo los palos.
Siempre anduvimos p´alante,
Con el yesss abanderando,
Nuestra Perla navegaba
Buscando a la del Estanco.
Andar ágil y homogéneo,
Singladura sin desánimo,
Van treinta y cinco grumetes
En las galeras bogando.
Por la noche oscurecida,
En la oscuridad del Paso,
Iba esa noble Cuadrilla,
Con su paso firme andando.
Éramos los del Pelícano,
Y fuimos con Él doce años
Jotaceceando el Viernes,
¡No seríamos tan malos!
En ese tropel de esa tropa,
Por el que tantos pasaron,
Hubo gente muy de veras,
Alimentando el ocaso.
No podré citar a todos,
Pero, en un breve repaso,
Nombraré cual Capataz
A los más significados.
Recuerdo, así de repente,
Disculpen los no nombrados,
A aquel que era de Irlanda
Que iba en el segundo palo.
Y cómo no iba a recordar
A un tal José Mari Castro
Y a los hermanos Castilla,
Que bajo la Urna cargaron.
En el paso fue Juanelo,
Todo prudencia y callado,
Y el bueno de Salvador,
Yendo de soldado raso.
Además fue Javi Lebrero
Barroso y Calili Cuadros.
Mucha gente de la buena,
Santificando el trabajo,
Oficio de enterradores,
Al llegar el mes de Marzo.
Otro que siempre acudió:
Un López, de nombre Álvaro,
Ni Aleu, ni Manolo Estrada
Faltaban bajo este Paso.
También Lorenzo Gutiérrez,
Que era Coronel a ratos,
Don Julio Fernández Pérez,
Que aunque antes le he citado,
Por él vaya este homenaje,
De aquellos que te has llevado,
Y quien junto a su hija Sara
A Ti te fueron portando.
Tampoco faltó casi nunca
Juan Pablo Pérez Serrano.
En él cargó Moi Posada,
Y así otros muchos tantos.
Al Entierro también fue,
Carmelo Mainé algún año,
Con Cerezo y Caldelitas,
Doro y Cristóbal Tamayo.
La dotación se completa,
Tal como nos lo enseñaron,
Y anduvo Semper Avanti,
Siempre con el yes de Pablo.
Personal muy bien dispuesto
Los que en el navío remaron,
Con José Miguel Velázquez
Y hasta Vicentito Franco,
No faltaban a este amarre,
Y, como buenos cristianos
Llevábamos al Padre Ángel,
Que es fraile carmelitano,
Y nos llenaba de bollos,
Las bodegas de aquel barco.
Buena gente, sí señor,
La que por aquí ha pasado.
Del Callejón de los gritos
A los ecos silenciados.
No fuimos reos de galeras,
Siempre íbamos voluntarios,
Andando esa Calle Real,
Para arriba y para abajo.
Capataces, unos pocos,
Martín, Posada, Alvarado,
Florín y Pepín Jiménez
Y Don Jesús Barón Ramos.
La Perla Negra llevamos,
Cumpliendo un rito sagrado.
Los corsarios siempre fuimos
A llevarlo al Camposanto.
Nunca un lamento tuvimos
En tan hondo desamparo.
Nunca un jornal exigimos,
Era tan claro el trabajo:
Llevarlo hasta su Convento,
Y, en su viejo campanario,
Ya están doblando campanas,
La noche del Viernes Santo,
Que, por fin, ya está en el Carmen
NUESTRO SEÑOR ENTERRADO.
Probablemente el trance más amargo que tenga que vivir un cargador sea su retirada.
Es el propio cargador quien, mejor que nadie, sabe cuándo le ha llegado el momento de retirarse. No creo que exista una fecha de caducidad ni una edad concreta que delimite la frontera entre cargar los pasos y tener que cortar las cuerdas. Es uno mismo quien debe reconocer sus propias limitaciones, sabiendo que una retirada a tiempo, casi siempre, es una victoria. No quiero, con esto, insinuar que no pueda haber cargadores que rindan igual o mejor con sesenta que con veinte años, pero esos casos serían la excepción y no la norma.
Todos los que hemos sido o somos cargadores, lo somos para siempre. Porque el cargador, todo aquel que ha sentido alguna vez el palo sobre el cuello y ha estado hundido en las duras batallas de llevar un paso de vuelta a su Templo, cuando va pegando duro o dando leña, y reparte su peso de quilates entre un conjunto de hombres valientes, es cargador para siempre.
Todos quienes, despreciando el miedo, han ido a muerte, en cada "levantá", en cada "fondo", en cada “mecío”, en cada recogida complicada; todos esos son cargadores ya para toda la vida. A pesar que se retire, ese título, el de cargador de la Isla, es como si fuera vitalicio, ya no te lo puedes, ni te lo pueden quitar. No creo que exista mejor laurel para un cargador que su memoria y sus vivencias. Por eso, no se hay que temer al momento de la retirada. Hay que hacerlo con la conciencia del trabajo cumplido y el orgullo de haber cubierto una etapa de la vida. A partir de ahí, cada cargador debe saber cómo revivir la Semana Santa.
Si en los pulsos de tus venas
Va el compás de la Pasión,
Y no sabe tu corazón
Del peso de Su condena.
Si, en la vida y sus raíces,
Se te enredan las cadenas
De esas tardes de faenas,
En tus más profundos grises.
Si en la noche, y en la distancia,
Ya no sabes lo que dices
Y, sin sudor ni matices,
No recuerdas tus andanzas.
Si en la acera, que atesora
Los recuerdos de la infancia,
Ya te ves sin la arrogancia
De tu fuerza cargadora.
No te preocupes, hermano
Que aún quedan semanasantas;
Que aun te quedan por vivir
Muchos domingos de palmas.
Que aun verás en los chiquillos,
La alegría de sus miradas;
Y aun han de venir los días
En que, cual yunque en la fragua,
Disfrutarás de los tuyos,
En esta claridad salada.
Y serás de nuevo un niño,
Embobado ante las andas;
Y querrás, como aquel tiempo,
Un pirulí de la Habana,
Penitente en caramelo
Y hasta un coqui o una sultana.
Y verás mecer los pasos,
Pasos cortos y a las bandas;
Y vestirás las sonrisas
En nuestras túnicas blancas.
Gritarás con esos oles,
Las levantás más amargas
Y seguirás tras los pasos,
Aquellas trepás tan largas
Y, entre quieto y vámonos,
En las noches estrelladas,
Sentirás de nuevo el peso
De nuestras más nobles tallas,
Ese peso que se siente
En lo más hondo del alma.
Y, aunque no estés bajo el palo,
Aún sentirás cómo andan;
Porque también en la acera
Podrás cargar otras tablas.
Volverás a ver los pasos,
Embriagado de su gracia
Y volverás a sentirlo todo,
Deshilachando fragancias.
Sentirás de nuevo el brillo,
Cual candelería de plata,
De un cortejo interminable,
Cirio a cirio, llama a llama.
Desde una Cruz, que es la guía
De la inmensidad cristiana,
Hasta que se marcha el paso
Con el último de la banda,
Dejándote los rescoldos
Del compás de aquella marcha.
Comienza a vivir de nuevo,
Cual si no hubiera un mañana;
Comienza a sentir de nuevo
Esas otras madrugadas,
Las que te perdiste a veces,
Cuando la noche inquietaba,
Cuando amarrabas las cuerdas
En los pasos que cargabas,
Amarrándote los machos,
Los duros machos del alma.
Recomienza un nuevo tiempo,
Vívelo sin añoranzas,
No vivas en el pasado,
No seas alma nostálgica.
No sueñes un imposible
-La vida es una Semana-
Recuerda los buenos tiempos,
Pero diseña el mañana;
Pues tú fuiste con orgullo,
(Todo empieza y todo acaba)
Gran parte de la Pasión,
Participando con gala,
Dentro de tu condición
-Levantás de la elegancia-
Dejándote el corazón,
No son corajes, son ganas,
Y ese tiempo ya pasó;
Todo en esta vida pasa
Y tú has sido su cargador,
Con tu faja y con tu almohada,
Tú has sido su cargador,
DEBAJO DE NUESTRAS ANDAS.
No puede el pregonero dejar de lado y olvidar su condición de cofrade. Por eso debo exponer que en esta fiesta todo es importante y casi nada es indispensable. Lo único realmente imprescindible es vivir la Pasión, Muerte y Resurrección de Nuestro Señor. Todo lo demás no es que sea accesorio, porque es trascendente, y mucho; pero debemos saber discernir el grano de la paja.
Los cofrades estamos llamados a evangelizar. Ya lo dijo el Papa Francisco: “Evangelizar es hacer presente en el mundo el Reino de Dios".
La Isla puede y debe presumir que su fiesta grande es la Semana Santa. Por eso nuestra tierra, coge la Cruz, coge sus cruces y se pone a caminar tras las huellas de Jesús. La vida es historia y la historia se recorre, como con una Marcha de Procesión. Entonces verás la Semana Santa como la Manifestación de la vida cristiana resumida en siete días, la Culminación de la Obra de Dios en nuestras vidas y nuestras conciencias. Y las Cofradías, año tras año, perpetúan la misión redentora de las almas, las personas y las cosas.
Y, como si de la más taurina de las tardes se tratase, el cofrade-cargador prepara todos los elementos que, en unas horas, necesitará. Dispone el pantalón (oscuro, por supuesto), la camisa (esa que lleva años usando), las zapatillas deportivas, su faja (con unos imperdibles grandes para que no se afloje durante la faena), su almohada y por último, su pañuelo (aquél que en su momento le regaló su novia, o su mujer o su hija). Y como imbuido de una liturgia casi mística, recomienza su ritual: Duchado y afeitado, se viste. El paso, aún en el Templo, ya empieza a pesar. Resopla. Repasa lo ensayado. Trata de recordar las trepás más duras del año pasado, también las más emotivas. Sale de casa y por el camino va cruzándose con algún penitente de otra Hermandad del día. Por fin llega al lugar de concentración: abrazos, saludos… ¡Hay algunos que no veía desde hace un año, en este mismo lugar! Ya se van pasando los bien disimulados nervios. Pasa lista el capataz y recuerda los turnos de refresco. La almohada está amarrada desde esta mañana. En la banda izquierda, como casi todos los años.
Nuestro instrumento de trabajo, la almohada, nos convierte en un elemento discreto del Cortejo. No llevamos en la cabeza, como en otras poblaciones, ninguna extraña prenda de arpillera que nos haga reconocibles como cargadores. Cuando salimos del Paso, en nuestro turno de refresco, no nos pavoneamos delante del público, buscando neciamente su reconocimiento o admiración. El cargador de la Isla sale del paso, se quita el pañuelo, se abriga con la sudadera y se aleja del cortejo, bien buscando aire puro, bien encendiendo un cigarrito, bien tratando de localizar a su novia o mujer, o (como mandan los cánones) pidiendo una campanita de manzanilla, que el agua del botijo está muy bien, pero también jarta.
Y a la hora justa, todos metidos bajo los palos, cuarenta almas palpitarán unánimes, surgiendo un Padre Nuestro de sus bocas: “Por mis hijos; por mi mujer; por mis hermanos; por mis padres; por mis amigos; por mi familia; por quien no te conoce, Señor; por quienes no te quieren conocer; por los hermanos fallecidos; por los más necesitados…”.
El Cargador que es Cofrade
Cumple así su penitencia:
Se mete bajo los palos,
Cuando llega la Cuaresma.
En las bodegas del Paso,
En medio de las tinieblas,
Se amarra fuerte a su fe,
Que es por siempre duradera.
En tu almohada de cofrade
Está la fe de tu abuela,
Y que no pueden entender
Los que les ponen fronteras
A un Dios de Misericordia,
Que bajó hasta nuestra Tierra,
Mostrándonos, con su Amor,
La Caridad verdadera.
No seguimos a un Dios muerto,
Valió la pena la espera.
Seguimos a un Cristo vivo
Que nos da la vida eterna.
Y, por eso, el cargador,
Cuando va cargando, reza.
Reza por sus enemigos,
Su familia, sus duquelas,
Sus amigos y sus hijos,
Su trabajo y sus tristezas,
Sus vecinos, su ciudad,
Bajo su trabajadera.
Reza por la paz del mundo,
Por la humanidad entera.
Reza para que la hambruna
Se destierre de la Tierra.
Y reza para que se espanten
Los espantos de la guerra.
El cargador que es cofrade
También se impone promesas.
Y, en virtud de un mandamiento,
Encuentra su fortaleza.
Mandamiento como primer
Testimonio de su entrega.
Mandamiento del amor,
Ese que tanto escasea,
Y, debajo de los pasos,
Nos iguala y nos acerca
A ese Dios que es nuestro Dios
Y no es solo de madera.
¿Es mi fe, tal vez, distinta?
¿Es mi fe menos sincera?
¿Es una fe de alpargata?
¿Es mi fe menos auténtica?
Es mi Dios, tu mismo Dios,
Y no es un Dios de grandezas.
Ese Dios, todo en mi vida,
Esperanza del que espera
Alcanzar la vida eterna,
Avanzando, aunque no pueda.
Esa fe de andar por casa,
Esa fe, que es mi bandera;
Esa fe mueve montañas,
Porque, aunque no te lo creas,
Echándote quilos encima
Está la fe que se aferra
A nuestro credo romano,
A nuestra fe verdadera.
Y hoy a todos les proclamo,
Gritándolo a boca llena,
Que también los cargadores
SOMOS HIJOS DE LA IGLESIA
Permitidme que, en un ligero paréntesis, realice un breve recorrido por la historia de nuestra carga. Para ello me he apoyado en la Juventud, no por pereza o falta de ganas, sino por entender que son ellos, los más jóvenes, quienes tienen que seguir con esto, pero sabiendo desde dónde venimos y hacia dónde vamos. Y ha sido mi hijo Manuel quien ha escrito y quien os leerá esta parte del Pregón:
Como todo en esta vida, la carga isleña tiene un origen, unos antepasados que reunieron el coraje necesario para levantar a Cristo y a su Madre y permitir que el pueblo isleño aprendiera de este catecismo en las calles.
Estos valientes hombres buscaban poder llevar el pan a su casa mediante los trabajos en los cuales la fuerza debía ser el motor esencial para ejercerlos. En las primeras referencias eran conocidos como los mandaderos, según consta en los Libro de cuentas de Hermandades tan antiguas como Expiración, los cuales decidían en nuestra semana más preciada por la Isla, combinar los mandaos con la carga de pasos, y así llevarse una comida, en estos tiempos de hambre y penuria. Los primeros cargadores con que contó la Isla eran hombres recios, forjados en muelles y salinas y acostumbrados a duros trabajos.
Esta historia de la carga isleña fue realidad gracias a hombres como Don José Marín Harito, del cual, aunque conocemos relativamente poco, sabemos que conducía los pasos de la Isla a finales del siglo XIX.
Pero del que más conocemos es de su hijo José Marín Huerta. Cabe señalarlo como vareador de colchones y dedicándose a cualquier menester en el que se emplease la fuerza y habilidad, esto fue antes de continuar su vida profesional como conductor de tranvías, pero si por algo este isleño debe ser señalado es por dirigir los pasos de la Isla como lo hizo su padre antes que él.
A medida que avanzamos en el paso del tiempo, los nombres son reconocidos de forma más clara y concisa por nuestra memoria, y por todo lo que hemos escuchado de ellos en nuestra vida. Es por ello que estos nombres los reconoceréis en cuanto las letras que lo componen escapen de mi boca.
José Tinoco Mera, nacido en nuestro pueblo vecino, Vejer de la Frontera en el año 1888, comenzó bajo las órdenes de Marín. En Tinoco queda el legado que nos dejó en los pasos que dirigió.
Se le recuerda como una persona que trata con los obreros que forman su cuadrilla en su trabajo y a los que después les confiará la carga de los pasos que éste dirigía. Su carácter era como el de la mayoría de los capataces de la Isla, perfeccionista, pulcro, serio y buen cumplidor con su trabajo; tal era el grado de perfección de su trabajo que cuando un cargador fallaba, le pedía de forma educada que no volviese más, y de manera inmediata se le sustituía por uno que recogiese el valor, la fuerza, el respeto y el amor para levantar a Dios y a su madre.
Como todo hombre reconocido en la historia, le acompaña una hazaña, esta fue la de sacar de manera totalmente perfecta, el paso de la hermandad de los Afligidos por la mas que complicada puerta de la capilla del Cristo antiguo, y tras realizar esta difícil maniobra entregárselo al mayordomo de la hermandad, el encargado de guiarlo por el trayecto.
Tinoco Mera fue ayudado por sus hijos a lo largo de su vida como capataz, algunos de estos no renunciaron a sentir la madera sobre sus cuellos y se quedaron donde se necesitaban hombres, y donde hoy en día se siguen necesitando, bajo los pasos. Recibiendo la ayuda de sus hijo Antonio, Manuel, Fernando y Francisco. Pero fue el nombre del que estuviera casado con su hija Dolores, el que se ha grabado a fuego en la isla y toda nuestra ciudad lo conoce; Don Nicolás Carrillo López, fue el elegido por su padre político para sucederle en la gran responsabilidad de organizar las cuadrillas, ver la talla de los cargadores y dirigir los pasos por las calles.
Nacido el 20 de Junio de 1917, y ocupó un papel muy importante en las cuadrillas de Tinoco como era el de listero por sus conocimientos de lectura y escritura, es conocido por un capataz de gran talla por la calidad y cantidad de sus cargadores.
Sus cuadrillas llegaron a cubrir todas las salidas procesionales de tres días de nuestra Semana Santa, llevando a hermandades como Columna, Medinaceli, Afligidos, Misericordia, y muchísimos más y junto a la más que respetada cuadrilla de Perico Sánchez, ambos compartían el honor de dirigir las hermandades por las calles, sin competencia por abarcar solo mutuo respeto y admiración entre ambas.
Dando un salto en el tiempo llegaremos hasta nuestro presente iniciado en 1978 con la aparición en escena de los Jóvenes Cargadores Cofrades (JCC), gracias a Pedro Sánchez que colaborando con la carga logró abrir paso a este grupo de jóvenes soñadores en el mundo de la carga, bajo el Cristo de la Expiración y la Virgen de la Esperanza.
No todo estaría supeditado en la carga isleña a las cuadrillas de estos jóvenes, pues también aparecerían hermanos propios de las hermandades que encontraron su lugar en el cortejo bajo los pasos.
Como cuadrillas de hermanos que aún suenan sus nombres y esperemos que sigan sonando, tales como Nazareno, Columna, Cristo Rey, Prendimiento, Servitas, Desamparados y otras muchas que podríamos nombrar.
Es por ello que cuando lanzamos la vista hacia atrás y vemos el recorrido del cual solo he podido enunciar a los principales componentes, nos preguntemos; ¿Hacia dónde vamos?
Con el permiso del pregonero, responderé, vamos hacia los corazones de las personas; de los niños que alzan la vista arriba y ven al Hijo de Dios y a su Santa Madre llevados con sentimiento y pasión, y así han sido llevados desde el principio, pero cuando vuelven a mirar por debajo del paso, ven a héroes, a personas con tanto valor que hace dudar de si son divinidades o personas; EL CARGADOR, y solo éste sabe lo que es el sonido del llamador con el dolor que al momento siguiente supone.
Fue mi padre el que me contó estas historias al son de marchas como Amarguras y es el pregonero, el que hoy aquí os representa a todos vosotros, a los pasados, a los presentes y a los futuros héroes, A LOS CARGADORES DE LA ISLA.
Dicen que no hay tradición
En la historia cargadora
De nuestra bendita tierra;
Y, como otras tantas cosas,
Nos creemos lo que dicen
Los dictados de las modas.
No es mi intención destapar
Viejas Cajas de Pandora,
Pero, lo que es verdad es verdad,
Se pongan como se pongan,
Quienes quieren innovar,
Destruyendo lo que sobra.
Por eso, permítanme
Que les relate la historia
De lo que fue y lo que es
Nuestra carga, tan valiosa.
Desde aquellos mandaderos
Que, en la Expiración, se nombran
Hasta la saga de Marín,
Vareando las alfombras,
Trajinando en el trajín
Y, en su línea sucesoria,
Don José Tinoco Mera,
Capataz en la memoria,
Fundador de la Hermandad,
Que a nuestro Patrón da gloria.
Después Don Nicolás Carrillo,
De una estirpe que nos honra
Con cargadores que fueron
Tan excelentes personas.
Nicolás y Perico Sánchez
Compartieron las auroras
De aquellos asalariados
Que cargaban por dos “gordas”.
Fueron tiempos complicados,
De escaseces y deshonras,
Donde cargando los pasos
Se aliviaban las zozobras.
Eran los años del hambre,
Los de las tristes limosnas
Y, entre tanto sufrimiento,
Aligeraban sus horas.
Cargadores que se fueron
Como un vuelo de palomas,
Que nos dejaron la senda
De nuestra carga de ahora.
Después llegamos los niños,
Con nuestras luces y sombras,
Luciendo lo que el destino
Había empezado a dar forma.
Y fuimos privilegiados
Que, entre claveles y rosas,
Heredamos el legado
Que San Fernando atesora.
Vinieron cuadrillas nuevas,
Las que de hermanos se nombran,
Llevando a Jesús y a María
En sus penas más barrocas.
Por todo esto que he dicho
Y que La Isla no ignora,
Hoy me precio en recordar
Esta porción de la historia.
Cargadores del ayer,
Dirigid las maniobras
De nuestros rumbos inciertos,
En pos de nuevas victorias.
Cargadores del presente,
De la cabeza a la cola,
Presentarse al capataz,
Que es la historia quien convoca.
Cargadores del mañana,
Prepararse sin demora,
Prestos a llevar al Señor,
Que es de verdad lo que importa.
Por ellos va este recuerdo,
Honrémosles la memoria
A quienes nos precedieron,
Consumiéndose en las horas,
Pasos cortos y a las bandas,
EN EL CAMINO HACIA EL GÓLGOTA.
El cristiano no debe quedarse en la Pasión y Muerte de Jesucristo. El cofrade, que es un cristiano privilegiado (ya que vive su fe con una intensidad inusitada), sabe que después de la muerte llega la esperanza de la Resurrección. No seguimos a un Cristo muerto, seguimos a un Dios vivo. El cargador, que es un cristiano con un plus de peligrosidad añadido, sigue al Cristo Resucitado, que es la alegría de nuestra fe, y para más Inri, le designamos como nuestro Patrón, el Patrón de los cargadores.
Cristo resucita y con su resurrección, todo comienza de nuevo.
Mañana comienza y termina todo. Porque mañana es Domingo de Ramos. Así que coge tu faja y tu almohá y sal a las calles. Vive intensamente la Pasión. Sufre y disfruta bajo los palos. Sigue con nuestra tradición. Mantenla y transmítela.
Respira ese Evangelio que se siente bajo los palos; esas Sagradas Escrituras (no escritas) que trasminan rumores de bajamares y aromas de incienso, sepinas y clavo; ese Nuevo Testamento de la Isla que tras las caídas de los pasos nos llevarán al Cielo, nos mecerán cortito y a las bandas y nos darán medio adoquín de ternura y una “trepá” de alivio a nuestros males de alma y cuerpo. Y emociónate con nuestros quietos y revive añoranzas de esos tiempos que ya no volverán, por muchos pasos “p´atrás” que demos.
Que hoy vino este cargador
A cantar su fiesta máxima.
Hoy estuvo tu pregonero
Contándote cómo andan
Los pasos en nuestra tierra,
Caminando entre las aguas,
Entre salinas y esteros,
Y entre salmos de alabanza.
Cómo se llevan los pasos,
Cuando van de banda a banda,
Y cómo ordenan las voces
Los requiebros de las marchas,
Rompiéndose los suspiros,
Cuando mandan los que mandan.
Cómo somos los de abajo,
Cómo somos los que cargan,
Cómo llevamos los Pasos,
Cuando el palo se te clava
Y no encuentras más consuelo
Que la Palabra Sagrada,
Y nos puede la emoción,
Y se te saltan las lágrimas,
Y dices que no puedes más,
Sufriendo bajo las andas,
Y que no te quedan fuerzas,
Bajo la noche estrellada.
Que en tu noble penitencia,
La que haces con la almohada,
Se paró también la noche,
Sin entrar la madrugada.
Ya mañana empieza el lío,
Y hoy me he puesto ante tus plantas.
Recógeme en tus caídas,
Que han sido nuestras entrañas,
Y catequízame entero,
Que no se me olvide nada,
Y subamos a ese Gólgota,
Que será la Isla mañana,
Ofreciendo tu consuelo
A la más desconsolada.
Porque mañana, señoras
Y señores, quien les habla,
Volverá a ser un chiquillo
Ante un Dios que nos aguarda
Pasear por nuestras calles
Otro Domingo de Palmas.
Y lo veremos sufriendo,
Más allá de nuestras plazas,
Y lo veremos cargando
Nuestras cruces de esperanza,
Y lo veremos muriendo,
En su muerte más amarga,
Resucitando más tarde,
Recomenzándose el drama.
Para eso he estado hoy aquí,
Siendo mi voz la campana,
Pues concluye la Cuaresma,
Vívelo y después lo hablas.
Hoy yo fui tu pregonero,
Sintiéndote en mis palabras,
Y contándote cómo ha sido
La historia de nuestra carga.
Hoy he querido contaros
Nuestra fiesta más cristiana,
Y hoy le pido a la Isla entera
Que se instale en sus nostalgias,
Que disfrute como siempre,
Saliendo desde sus casas,
Siendo citados al rito,
Con nuestras mejores galas,
Porque mañana comienza
La historia que nunca acaba,
Pues mañana viene Cristo
A instalarse en nuestras almas
Y mañana estará muriendo
EN NUESTRA SEMANA SANTA
¡¡¡FONDO A LA PRIMERA!!!
HE DICHO
martes, 15 de marzo de 2016
FOTOS MESA REDONDA LOS JOVENES CARGADORES COFRADES DE 1978.
En la Tarde/Noche del pasado Sábado en nuestra Sede Social, tuvo lugar la Mesa Redonda/Tertulia "Los Jovenes Cargadores Cofrades de 1978".
Fue una Tertulia muy amena e interesante donde se daba buena cuenta de los orígenes de nuestra Asociación salpicada de numerosas anécdotas, así como un análisis de la actualidad de la JCC.
Mame Abreu, Carlos Gago, Enrique Fernandez, May Castro, y Angel Zapata fueron los encargados de trasladarnos al año 1978 en el que se fundo la JCC, todo ello moderado y dirigido por Juan Carlos Gonzalez Velazquez.
Fue una Tertulia muy amena e interesante donde se daba buena cuenta de los orígenes de nuestra Asociación salpicada de numerosas anécdotas, así como un análisis de la actualidad de la JCC.
Mame Abreu, Carlos Gago, Enrique Fernandez, May Castro, y Angel Zapata fueron los encargados de trasladarnos al año 1978 en el que se fundo la JCC, todo ello moderado y dirigido por Juan Carlos Gonzalez Velazquez.
martes, 8 de marzo de 2016
NOMBRAMIENTO DE CAPATAZ PASO DEL SANTISIMO CRISTO DE LA VERACRUZ Y NUESTRA SEÑORA DEL MAYOR DOLOR.
La Junta Rectora de la Asociación Jóvenes Cargadores Cofrades nombra Capataz del Paso de la Hermandad del Santísimo Cristo de la Veracruz y Nuestra Señora del Mayor Dolor a Don JOSE M. DEL SOLAR PEÑA auxiliado por Don ENRIQUE FERNANDEZ FERNANDEZ.
sábado, 5 de marzo de 2016
NOTA DE PRENSA. COMUNICADO OFICIAL. HERMANDAD DE LA VERACRUZ.
NOTA DE PRENSA
La
Junta Rectora de la Asociación Jóvenes Cargadores Cofrades, y tras la petición
de la Hermandad del Santísimo Cristo de la Veracruz y Nuestra Señora del Mayor
Dolor de portar a sus Amantísimos Titulares, acuerda aprobar por unanimidad en
Junta de Carácter Extraordinario el acceder a lo solicitado en cumplimiento
del Artículo 67.1 de nuestros Estatutos,
detalle el cual será expuesto con su argumentación correspondiente en la
Asamblea de Socios prevista para el próximo día 12 del presente.
Desde
estas líneas queremos agradecer en primer lugar a la Junta de Gobierno de la
Hermandad del Cristo Viejo la confianza depositada en esta Asociación, y en
segundo lugar a la Masa Social de la JCC por su predisposición incluso antes de
su comunicación oficial.
martes, 1 de marzo de 2016
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